Uno de los principales retos que mayoritariamente nos marcamos con la entrada del nuevo año pasa por ponerse a dieta y apuntarse al gimnasio para reducir el exceso de calorías que hemos acumulado durante las navidades. Evidentemente para ello nuestra alimentación debe verse modificada, aunque no por ello hay que privarse de nuestra bebida preferida: un buen vino. Desde hace tiempo se sabe que tiene propiedades saludables y que su consumo de forma moderada puede aportar beneficios para la salud. Además del agua o el té, las bebidas más recomendadas cuando se está a dieta son, por ejemplo, el vino tinto, el blanco o los espumosos. Al tener menor graduación alcohólica, estas bebidas tienen menos calorías. Aun así una copa de vino tinto contiene, por lo general, algunas calorías más que el blanco.

Según algunos estudios, el alcohol es un estimulante del apetito bien conocido. Como tal, puede acelerar tu metabolismo un poco y ayudar a tu cuerpo a quemar calorías más rápido de lo normal.

La prevención de enfermedades coronarias, su actuación como vaso dilatador o sus propiedades antiinflamatorias convierten el vino en beneficioso para la salud

El consumo moderado de vino puede tener efectos beneficiosos para evitar el deterioro cognitivo y las enfermedades cardiovasculares. Además es capaz de inhibir el crecimiento de células tumorales. Se ha comprobado su efectividad en tumores de mama, próstata y leucemias. Además también se han comprobado beneficios en enfermedades diversas como son la osteoporosis, las cataratas y la caries dentales.